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LA HISTORIA DE UN COLAPSO
El Real Madrid está tan confuso que se hiere a sí mismo. En el Parque de los Príncipes, ante un PSG muy mermado ante la ausencia de sus tres principales armas ofensivas, el cuadro de Zinedine Zidane sufrió un nuevo colapso -físico, mental, táctico y emocional- que volvió a dejar al equipo sin juego ni jugadas a las que agarrarse. El PSG hizo anoche todo lo que quiso con el Real Madrid en sus manos. Y dicha superioridad, más allá del 3-0 final, se reflejó en una actuación que no necesitó ser completamente perfecta para devolver al Madrid a su viaje (sin retorno) hacia ninguna parte. El PSG fue mucho mejor equipo que los blancos durante todo el encuentro. Y combinando presiones adelantadas con fases defensivas algo más prolongadas cerca de su propia área, el equipo de Tuchel detectó la sangre de ciertas heridas ya abiertas.
El Madrid jugó su peor encuentro en lo que va de temporada
Presionando muy arriba los primeros pases de su rival, impidiendo que la relación entre pasadores y receptores fuese todo lo cómoda que seguramente hubiesen deseado ambos sectores, el PSG consiguió ensuciar la fase de salida del Real Madrid a través de su insistencia por recuperar la pelota muy arriba. Una situación que los de Zidane trataron de atajar mediante una circulación exterior en la que James Rodríguez, que fue mitad interior derecho mitad mediapunta en el esquema, bajó varias veces a recibir por derecha como principal arista en una triangulación que tenía a Carvajal -lateral- y Bale -extremo- en las otras dos esquinas. De esta forma, recibiendo en una zona ciega de la presión parisina, consiguiendo conectar con la pelota de manera perfilada para poder salir hacia dentro con su mejor pierna, James se convirtió en una especie de solución improvisada ante los problemas del Madrid para progresar.
Cambiando el juego de lado, queriendo conectar con Benzema y Hazard por la izquierda, aunque de una forma muy directa, sin darle tiempo ni espacio al bloque para ganarle unos cuantos metros al PSG en su transición defensiva, el Madrid empezó a sufrir pronto los daños colaterales de su desorganizada estructura. Sin pases de seguridad hacia uno y otro lado, ni cambios de orientación que lograran inutilizar los esfuerzos del PSG en su presión ni una mera acción que consiguiese unir varios puntos dentro del sistema, los futbolistas del Real Madrid fueron pasándose la pelota, incapaces de domarla, como si esta estuviese envuelta en llamas; con la desconfianza de que en cualquier momento pudiese reventar sin más. Y hay fotos en la vida en las que mejor estar al otro lado de la cámara. Una situación que el PSG supo interpretar perfectamente, las cosas como son, hasta el punto de que logró hacer con todos ellos al mismo tiempo un plano secuencia mejor que los de Kubrick.
Con Icardi de espaldas al área, chocando con Varane, Di María moviéndose por dentro, alejándose de su lado izquierdo para pisar los otros dos carriles y atacar el área, Sarabia abriendo y cerrando su posición, creando situaciones de dos para uno contra Mendy, y Verratti de abajo arriba, encimando como el que más en los primeros pases del Madrid, el que se adueñó por completo del escenario fue Gueye. El interior derecho del PSG es un jugador muy plástico en sus contactos con el esférico, bastante rápido, muy dinámico e inteligente a la hora de detectar el espacio; tanto para atacarlo, ofreciendo una línea de pase por delante del balón, como para asaltarlo, cuando va a la presión en campo contrario. Y ese compendio de cualidades, impulsado por una activación alta pero muy bien controlada, que lucieron en la oscuridad que representa ahora el Madrid, fue en realidad el acabose de un equipo que sufrió lejos de casa un síncope mucho más alarmante que los anteriores…